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Esta es una bella oración que rezamos en Misa, pero a la que quizá no le damos la debida importancia, puede que por algo tan sencillo como habernos acostumbrado a ella. Por eso es vital que reflexionemos sobre cada parte de la Misa, porque por pequeña que sea, está plena de significado.
Esta oración, el Yo confieso, también conocida como Yo, pecador o Confiteor, nos pone en disposición de comenzar la Misa de forma adecuada.
Yo confieso (o yo, pecador), explicado paso a paso
Yo confieso
Es decir, yo me hago responsable de mis actos, mis pensamientos y mis omisiones. Con libertad he caído y asumo que mis pecados dañan a Dios, a los demás y a mí mismo. Por eso, es necesario que me reconozca pecador. Pero, lo más importante, y que se deriva del resto de la oración, también me reconozco querido y amado por Dios.
ante Dios Todopoderoso y ante vosotros, hermanos,
Parecería normal reconocer la propia responsabilidad y la propia debilidad ante Dios, pero también la tenemos que reconocer ante los demás. Porque nosotros también somos humanos. No estamos por encima de ellos. Nuestro pecado daña la comunión que debería existir entre los cristianos.
que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.
El hecho es que no solemos pecar poco. Si nos paramos a pensar en los mandamientos y en lo que implican, podemos sacar, por lo general, una buena lista de pecados cometidos. De pensamiento, palabra, obra y también de omisión. Es decir, el bien que pudimos hacer y no hicimos es pecado. Algo que se nos suele olvidar, a mí el primero, y que hay que tener muy presente, porque queremos cambiar para ser testigos de la Verdad.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
No podemos ir con la actitud de Adán, «es que me engañaron». No. Un pecado es pecado porque se actúa con libertad. Y, por tanto, el único responsable de haber caído eres tú. Caes por tu culpa. Y es bueno reconocerlo. Y sí, también creo que es importante recuperar la costumbre de darse los tres golpes en el pecho, como forma de enfatizar nuestras palabras y tratar que se nos metan bien dentro. Pero que sean tres golpes mínimamente viriles. No tres roces en el pecho. Que se note que realmente lamentamos nuestras culpas.
Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos
Pedimos a toda la Iglesia triunfante, con María al frente…
y a vosotros, hermanos
Y también a nuestros hermanos, hijos del mismo Padre, tan pecadores como nosotros, pero tan miembros de la Iglesia militante como nosotros…
que intercedáis por mí ante Dios nuestro Señor.
Que intercedan por mí ante Dios. Para que me siga levantando cada vez que caiga. Para que no desfallezca en la lucha. Para que mis pecados pesen menos.
Me parece una oración impresionante. En especial, el hecho de tener tan presentes a los demás miembros de la Iglesia militante. Le estoy diciendo al de al lado que soy un pecador y que necesito que rece por mí junto al resto de la Iglesia. Pido al elemento de al lado, al que a lo mejor no soporto, en un ejercicio de humildad, que me ayude en mi camino a la salvación. Esto es maravilloso.
Es nada menos que una expresión de la Comunión de los Santos. No lo recitemos de carrerilla. Fijémonos bien en lo que decimos y en su profundo y hermoso significado.
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