Paternidad

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Artículo escrito en septiembre de 2011 y publicado en la revista Icono de la editorial Perpetuo Socorro, año 112, número 11, de Diciembre de 2011.

Paternidad

No hace mucho que soy padre. Ahora mismo, poco más de un mes (a lo que habría que sumar, claro está, las 41 semanas que ha estado Ignacio en el útero de su madre). Es nuestro primer hijo. Y nos podríamos pasar horas mirándole mientras duerme, mientras gesticula, mientras vemos cómo va desarrollando poco  a poco su potencial. Ahora dentro de las limitaciones de su edad. Pero eso también es aplicable a cualquier edad. Es maravilloso ver que, de repente, en sueños ya sonríe. Y no paras de esperar el día en el que te mire y sonría, esta vez despierto, porque te ha reconocido.

Se trata de una experiencia de amor. Experiencia que nos acompañará a lo largo de la vida,  desplegándose en toda la multitud de vivencias que iremos compartiendo. Desde estas primeras preocupaciones (¿respira bien? ¿duerme bien? ¿qué tal come?) hasta las futuras (¿cómo le va en los estudios? ¿por qué ha tenido que ser él uno de los despedidos?), los padres estamos ahí para amar a nuestros hijos, ayudarles y guiarles en la medida de lo posible. Es la nuestra una vocación a desgastarnos por amor. Noches en vela, preocupaciones, sufrimientos, pero también amor, mucho amor. Y eso supera de forma infinita que lo podamos pasar mal en un momento dado. El amor le da sentido a todo. Sin amor, no tendría sentido ni el matrimonio, ni la paternidad ni la vida misma. La vida es una canción de amor, y esa canción merece ser escuchada.

Amar es servir, no se nos puede olvidar. Y eso implica cuidar de nuestros hijos de la mejor forma posible. No concibo que alguien que realmente ame pueda hablar negativamente del cuidado de sus hijos, salvo quizás por algún momento de debilidad de esos que todos tenemos a veces. Hoy, en un momento dado que no sé precisar, he sido consciente de que no sólo quiero protegerle y de que moriría por él, sino de que eso es precisamente lo que se me pide. Dios pone en nuestras manos una esperanza, y nos da la misión de cuidar de esa pequeña esperanza de manera que pueda encontrarse con Él, que pueda asemejarse a Él. Es una enorme responsabilidad para la que no sé si estoy  capacitado. Sólo sé que si Dios ha sido quien ha querido que Ignacio viniera, es porque Él sí confía en nosotros.

Por lo pronto, en breve le haremos el mayor regalo que podemos darle: el Bautismo. Un primer paso para ayudarle a conocer al Amor que se escribe con mayúscula.

No nos sorprendemos

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Pensaba yo el otro día en algo que me dio un poco de pena. El tema es que tenemos al mismo Cristo presente continuamente en la Capilla de la Adoración Perpetua de la parroquia San José Obrero. Cristo se hace presente en cada Eucaristía. ¡Y no nos sorprendemos! O nos hemos acostumbrado o no nos lo creemos de verdad, porque de lo contrario nos maravillaríamos a cada momento de que Dios se rebajara hasta hacerse pan para sus criaturas.

Hay veces que me gustaría hacer una encuesta a los católicos, con una única pregunta: “¿crees realmente que Cristo está presente en la Eucaristía en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad?” Creo que esta pregunta tenemos que hacérnosla personalmente, si es posible delante de Cristo Eucaristía. Y pedirle al Señor que nos aumente la fe, porque por mucha que creamos tener, tenemos muy, muy poca.

Liderazgo ético


Recientemente he terminado de leer el libro “LIDERAZGO ÉTICO“, de Alfred Sonnenfeld. Debo decir que se trata de una buena lectura. Y que, aunque dice verdades como puños, no le gustará a tantos jefezuelos que pululan por el mundo.

Aunque en principio está dirigido al mundo empresarial, no tiene ninguna dificultad extrapolar lo que dice a cualquier ámbito, incluyendo el familiar.

La idea es que quien, sencillamente, manda, no es un líder. Para mandar no hace falta nada más que dar órdenes y que haya alguien a quien dárselas. Por desgracia, todos tenemos experiencia de gente que sólo hace eso. Desde el típico jefecillo que llegó a tener ese puesto sin saber muy bien cómo ni por qué, pero que se lo ha acabado creyendo, hasta mandamases gubernamentales que, en cuanto llegan al poder, se afanan en hacer lo que les dé la real gana. Tampoco es líder el populista, que se dedica a tratar de “caerle bien” a la gente para que le obedezcan sin rechistar.

Como decía, eso no es un líder. El líder se distingue, precisamente, porque puede pasar como uno de los demás. Porque se preocupa por aquellos a quienes lidera. Porque quiere la realización de todos aquellos de los que es responsable. No impone a la fuerza su autoridad, sino que se la gana a diario. Es decir, alguien es líder porque sus subordinados le reconocen como tal, no por su poder ni por su capacidad de mandar de forma más o menos eficiente. Es un gran paso a dar, el de jefe a líder. Pero si se diera, ¡qué gusto daría trabajar! Y, quien dice trabajar, lo puede aplicar a los demás ámbitos.

En definitiva, un libro muy recomendable.

Economía de comunión

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Artículo publicado en la revista Icono de la editorial Perpetuo Socorro, año 112, número 8, de Septiembre de 2011.

Economía de comunión

¿No te has sentido nunca utilizado por tu empresa? ¿No te da la sensación de ser un recurso más, como un ordenador o un destornillador? Es como si toda tu vida tuviera que estar dedicada al trabajo, y todo lo demás tuviera que estar supeditado a los deseos de quienes están por encima en el escalafón. Y te pasas la vida pensando que, en realidad, con tu trabajo no ayudas a nadie. Sólo tratas de ganarte la vida procurando seguir siendo el más eficiente. Si no, acabas en la calle. Quien manda es el dinero y la capacidad de generarlo.

No es ningún secreto, sobre todo para quienes trabajamos por cuenta ajena, que las empresas, en la mayor parte de los casos (como en todo, siempre hay honrosas excepciones) no tienden a preocuparse más que de conseguir beneficios. Si acaso, le dan un barniz a base de colaborar un poco en algún proyecto de desarrollo, para que parezca que ayudan a los demás. Pero, en la realidad, en la empresa se utiliza a los trabajadores como medios para conseguir los objetivos marcados. Las personas no se consideran como fines en sí mismos, sino como recursos a utilizar. El único fin es la empresa.

Por ello, cuando empecé a leer sobre la Economía de Comunión, me quedé fascinado. Nació como una inspiración de Chiara Lubich, la fundadora del Movimiento de los Focolares. La idea es, básicamente, poner las cosas en su sitio. Que la economía realmente sirva no como un fin en sí misma, sino para ayudar a las personas. Que las empresas no sean una fuente de alienación para los trabajadores, sino que sean una oportunidad de desarrollo y realización para todos ellos.

Estas empresas, nacidas en el seno de las ciudadelas focolares, tendrían que dirigirse precisamente a ayudar a los demás, especialmente a los más necesitados. Las ganancias se utilizarían para desarrollar la empresa (en ningún momento hay oposición a que las empresas obtengan beneficios), para mantener la comunidad y formar hombres nuevos.

Todo se basa en la idea de comunión y en la vocación cristiana, que lleva a darse a sí mismo por los demás. La propia empresa sería un lugar en el que todos los integrantes se estarían dando al prójimo, sabiendo que los beneficios ayudan realmente a la gente y a la propia empresa. No se trataría ni de individualismo ni de colectivismo, ambos enemigos de la naturaleza humana. Se trataría de comunión, esto es, de darse cuenta de que estamos todos en el mismo barco y de que sólo se puede seguir adelante mirando unos por otros. Ni somos islas, como pretende el individualismo, ni somos una masa anónima, como pretende el colectivismo. Somos personas. Es algo que muchas veces se nos olvida.

Los hechos demuestran que no se trata de algo ingenuo. Unas 700 empresas por todo el mundo ya se han sumado a esta forma de hacer las cosas. Empresas que han recuperado la vocación de ser realmente fuentes de desarrollo que no se centran en ganar más y más, sino en la promoción humana.

Tratar de explicarlo de una forma más exhaustiva implicaría alargarse demasiado. Además, yo mismo no conozco más que un poco esta iniciativa. Y, como ya se habrá notado, lo poco que sé de ella hace que desee que se llegue a conocer por todas partes. Quien quiera más información, en la página web de la Economía de Comunión (http://www.edc-online.org) podrá encontrarla.

Pidamos a Dios para que esta iniciativa sea una ayuda a la humanización de la economía. Falta hace.

El nihilismo como religión de Estado

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Estos días, en los ratos que tengo más o menos libres, estoy leyendo un librito muy interesante y que recomiendo vivamente: “Cristianos contra Hitler“. En él se cuenta la historia de unos pocos de los cristianos que, al encontrarse metidos de lleno en el nacionalsocialismo, decidieron que en la encrucijada entre la Cruz y la Svástica elegían la Cruz.

Más de uno me habrá oído decir alguna vez que, aunque los nazis no ganaran la guerra, en el fondo Hitler sí que ganó la guerra. Y, leyendo algunas de las reflexiones de los protagonistas de este libro, me reafirmo en mi opinión.

Sólo hay que echar un vistazo a Europa para ver que, aunque no se le ponga el infame nombre de nazismo, hay una serie de políticas que continúan su herencia: supresión del cristianismo, eutanasia, aborto…

El nazismo, en su idea de buscar una religión de superhombres, propagaba el nihilismo como religión de Estado. Disfrazado como una suerte de paganismo reencontrado, pero al final no era más que nihilismo relativista. Y esa es la epidemia que sigue recorriendo Europa. Con otros disfraces, eso sí, pero ahí está. Campando a sus anchas. Porque, ¿qué es lo que puede hacer que alguien piense que es lícito matar a otro ser humano indefenso más que la pérdida de la idea del sentido de la vida y del ser?

La respuesta es el nihilismo: nada tiene sentido, nada importa. Los valores no existen, los principios se pueden cambiar según el gusto y las modas. Por ello, el ser humano nada a la deriva, sin saber dónde está, sin saber para qué. Ni siquiera le quieren dar la libertad de preguntárselo. Y camina en la cuerda floja sin entender qué pinta en esa cuerda. Eso sí, todo orquestado por quienes tienen interés en mantener al pueblo aborregado. Cuanto menos se pregunte la gente de a pie, mejor para que sigan obedeciendo.

El antídoto también aparece en las reflexiones de los protagonistas de ese libro: Cristo.

El mejor aliado de los abortistas es la ignorancia

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Eso se deduce de la siguiente noticia: Un juez federal paraliza parte de la ley que obliga en Texas a realizarse una ecografía antes de abortar. El tema está en que la ecografía se hará, pero los médicos no tendrán que describir lo que ven. La idea es que la mujer no tenga ni idea de lo que tiene dentro. No sea que, sabiendo claramente lo que es (su hijo), se dé cuenta de que el aborto no es ni más ni menos que un asesinato. El peor de ellos.

Curioso que los que enarbolan un supuesto derecho de la mujer a asesinar a su hijo no reaccionen ante esta forma de coartar el derecho de saber qué es lo que pretenden “extirparla”. Está claro que la ecografía hace mucho daño a los abortistas. Mucho. Es normal que prefieran mujeres ignorantes a las que engañar más fácilmente. Y es que, la mayor parte de las veces, en una ecografía normal no se distingue nada. Si es en 3D la cosa cambia, pero en las normales es difícil si no te lo explican. Y lo saben, y no quieren que nadie les cuente la verdad. Porque el mejor aliado de los abortistas es la ignorancia.

Bienvenido a la vida

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Llevo ya un tiempo sin escribir nada. El motivo es el nacimiento de mi primer hijo, Ignacio. Estamos en fase de adaptación a esta nueva vida, pero no quería que pasara más tiempo sin dejar aquí esta nota. Seguiré escribiendo lo más frecuentemente que pueda, por supuesto, pero las prioridades son otras. La aventura que empezó algo más de nueve meses reclama el tiempo que le pertenece. Porque mi tiempo les pertenece tanto a mi mujer como a mi hijo. Amar es servir.

Dedicado a mi hijo, pongo abajo un vídeo con la canción “Welcome to life” (bienvenido a la vida) del cantautor católico Matt Maher:

 

Pequeño alegato en favor del latín

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Este fin de semana he asistido en mi parroquia a dos misas en las que ha participado un nutrido grupo de franceses que ha venido para la JMJ. Las misas las presidía el obispo de Perpignan. Bonitas canciones (aunque lo del cura con la guitarra la verdad es que me rechina una barbaridad), una espiritualidad que se veía vivida (sólo había que ver el porcentaje de franceses arrodillados en la consagración y compararlo con el de los demás) y unas homilías realmente bien hechas, sin papeles ayudando ni nada.

Pero tuvieron un grave problema. En algunas partes de las misas (homilías y algunas intervenciones del párroco y del obispo) había traducción al otro idioma. El Evangelio se leyó en los dos idiomas. Pero en momentos como el rezo del Padrenuestro o el Credo, era un desbarajuste total. Cada uno lo rezaba en su idioma, y cada uno como podía (tener al lado a alguien que lo reza de otra manera distrae bastante). En el Credo eso se maximizaba, ya que además del problema del idioma estaba el de que, como los que no sabemos francés no sabíamos si se rezaba el Símbolo de los Apóstoles o el Credo Niceno-Constantinopolitano, cada uno rezaba el que mejor se sabía. Resultado: la Torre de Babel. O, dicho más sencillamente, muchos nos sentíamos extranjeros en nuestra propia iglesia. De hecho, algunos se fueron de Misa.

En el momento de la consagración, lo mismo. Sabíamos que se trataba de la consagración porque lo sabíamos, pero le faltaba algo que le diera el aspecto de Comunión que la celebración eucarística debe tener.

Ese aspecto es, precisamente, el que habría dado el rezo de esas partes (y otras) de la Misa en latín (que, dicho sea de paso, es el idioma oficial de la Iglesia). ¿Por qué? Porque así, aunque fueramos gente de distintos países, podríamos vernos en comunión con la Iglesia Universal. Todos rezaríamos igual a nuestro Padre. Todos seguiríamos las oraciones de la Misa. Todos en común unión. Sin embargo, lo que se dio fue una disgregación en dos mitades de fieles. Una pena.

Para quien piense que se trata de algo desfasado el uso del latín, la verdad es que a mí lo que me parece desfasado es que, pudiendo hacer de la Misa una verdadera comunión, no se haga. La Misa no es sólo cantos bonitos y hasta bailables. De hecho, de eso se podría prescindir. De la comunión no.

Por otra parte, la dificultad de las oraciones de la Misa en latín es prácticamente nula. Con oírlas un par de veces se te quedan. Y siempre se puede recurrir a tener hojas preparadas o usar el proyector. Y los resultados son excelentes. Recuerdo en Roma, en las misas en las que se hacía así (cosa que no parece muy habitual fuera de allí), la sensación de verdadera unión al estar rezando lo mismo que el italiano de al lado, o el polaco que estuviera en otro banco.

En fin, es sólo una opinión. Pero creo que es muy razonable que, cuando hay bastantes fieles de distintos países, se use nuestro idioma común al menos para algunas partes de la Misa.

Oraciones en el momento de revestirse

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Cuando los sacerdotes se van poniendo las vestimentas litúrgicas, hay una serie de oraciones que tienen que ir diciendo.  Son oraciones que les ayudan a entrar en el misterio de lo que van a hacer.

En este video se pueden ver de forma más o menos resumida. Debajo pongo unos enlaces para más información.

Vestimenta litúrgica.

Oraciones que debe decir el sacerdote al vestirse los ornamentos sagrados.

Todo para mayor gloria de Dios

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Hoy lunes, una imagen con un pensamiento muy importante para la semana laboral: todo lo que hagamos, que sea para mayor gloria de Dios. Y para eso no hay que hacer grandes cosas. Lo que tenemos que hacer es cumplir con nuestras obligaciones diarias, con nuestro deber, teniendo a Dios presente. De esta manera podemos dar un valor verdaderamente trascendente a todo lo que hagamos, tanto si es una actividad rutinaria, como si son cosas que parecen sencillas y sin ninguna importancia. Lo que se hace con amor, lo que se hace teniendo presente a Dios, trasciende y lo hace todo nuevo.

Recordemos que el propio Jesús dice en el Apocalipsis que Él hace nuevas todas las cosas. Todas son todas. Tanto una investigación teológica como el ordeñado de una vaca. Dios no hace acepción de personas. Si nuestras pequeñas cosas de cada día se las ofrecemos, Él las recibirá con amor. Aunque seamos la persona más sencilla y humilde de la tierra. O, en este caso, aún más.